Bazbaz era un cadáver político que apestaba, el final de caso se convirtió en una comedia, pues resultó que un accidente inocente fue el responsable de quitar la vida a la niña Paulette Guevara, sin explicar las contradicciones e incongruencias del caso.
Un claro carpetazo ante la presión pública que demandaba la cabeza del procurador. Tanto es así la falta de justicia y quehacer jurídico, que a los mismos padres se les impidió acceder al dictamen de las causas del deceso, cuando deberían ser ellos los primeros en acceder a dicha información.
El procurador esperaba que el carpetazo al caso le daría paz, pero parece que pegó con más virulencia, volviéndose el objetivo de los ataques de los medios para evitar la vergüenza que pasaron desinformando a la población y para mantener a salvo su principal apuesta a gobernar el país, Enrique Peña Nieto.
Detalló que cuando se pierde la credibilidad en el desempeño de una institución, resulta imposible continuar con su trabajo, por lo que decidió presentar su renuncia al gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto.
Presumió que la investigación se apegó a la ley, y no se inclinó a incriminar a alguna persona para así satisfacer a la opinión pública, aunque la realidad es que el procurador no le tembló la mano para acusar cuando los medios formaron un culpable y cuando el caso se deshizo, dio carpetazo al asunto para contentarse con los medios, lo que no le sirvió para que los cercanos a Peña Nieto le pidieran la cabeza.
Su caso no es el único que es muestra de la falta de capacidad del gobierno mexicano local y federal para impartir justicia, en especial si se tratan de ricos.
Las autoridades son excesivamente complacientes cuando temen alguna influencia política o económica -caso Bruce Beresford- o se exceden en la aplicación de la justicia, dígase, el caso de Celia Lora, algo que se podrían evitar si actuaran como debieran desde un principio.
El estado fallido; vuelve Zapata, vuelve.
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